
Habían pasado ya varios días desde que había conocido a aquel muchacho en el parque. Todos los días al salir y al llegar a su casa miraba hacia la confitería donde él trabajaba, por si el destino hacía que se asomara, pero nunca pasaba nada.
Así pasaban los días y Magda seguía soñando con el joven que había captado su atención por completo. Soñaba en colores y con olor a dulces. Soñaba con la suavidad del algodón de azúcar y el perfume de la goma de mascar dando vueltas. Soñaba que nadaban en océanos dulces de colores múltiples; rojo, amarillo, fucsia, calipso, verde, naranjo, caramelo; miles de colores y sabores. Soñaba que atravesaban todo eso juntos, y que reían y eran tan felices como podían.
Una tarde que llegaba de la escuela con su madre, se atrevió a decir:
- Me gustaría ir a la confitería a comprarme una paleta
- Ahora? - Preguntó su madre
- Sí, puedo?
- Mm.. Sí, por supuesto, anda mientras yo subo con las cosas. Toma aquí tienes unas monedas. Cuidado al cruzar.
- Gracias - Gritó emocionada Magda mientras se alejaba hacia la tienda
Cuando llegó a la puerta de la confitería la inundó un agradable aroma, una mezcla de regaliz con goma de mascar, y buscó rápidamente con la mirada al apuesto joven.
Su corazón dio un brinco.
El joven estaba tras ordenando los estantes que se hallaban frente a ella. Él no la había visto entrar.
- Hola! - Le dijo la niña no cabiendo en sí de alegría.
El muchacho reconoció inmediatamente la voz de la pequeña y se dio vuelta.
- Hola!! Viniste a visitarme!
- Sí - Respondió balanceandose sobre su eje.
- Y vas a querer algo?
- Sí, quiero.. - Y se detuvo a pensar que a lo mejor si pedía una paleta parecería muy infantil - Quiero regaliz rojo porfavor
- En seguida - Dijo el muchacho y comenzó a echar en un cartucho la golosina - Así está bien?
- Sí, gracias - Dijo y le pasó las monedas
- Aquí tienes tu regaliz y tu cambio
- Gracias. Sabes que cuando yo tenga 18 años tú tendrás 26? - Estalló de pronto la niña
- Jajaja, sí lo sé, porqué lo dices?
- Ahm.. No, por nada - Dijo ruborizada - Me tengo que ir. Gracias por todo. Adiós! - Y salió corriendo de la tienda
- Adiós.. - Murmuró extrañado el joven.
Magda llegó muy acelerada a su casa, pero trató de disimular frente a su familia.
Durante la cena no hizo otra cosa que pensar en lo estúpido que había sido haber dicho eso. Terminó lo más rápido que pudo, se despidió de todos y se encerró en su cuarto a comer el regaliz que Ander había cogido para ella, mientras repasaba mentalmente cada segundo de la visita.
Esa noche Magda soñó en colores aún más intensos.
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